Amebas: Human evolution

Amebas: human evolution

El ejercicio de vivir discurre por una inmensa gama de matices
que oscila entre dos extremos: el de levitar en las nubes
y el de enterrarse en el íntimo y particular terruño
que forma parte de las esencias de cada uno.
Joaquín Lorente


Ya hace un tiempo que me vengo dando cuenta, y quizás empezó la cuenta al leer a Lorente, que pasados los hitos de la vida costumbrista a la que el hombre moderno se acostumbra ya desde antaño, se convierte uno en una ameba enajenada, malhumorada y enganchada a la televisión.
                Para mí que nos han educado así, y por aquello de no saber con qué soñar, va el materialismo y triunfa.
Porque es la última esperanza.
                Aunque no estoy muy seguro de si el materialismo nos quitó la esperanza para quedarse él, o si surgió como una necesidad. Pero el caso es que lleva tanto tiempo con nosotros como el tiempo mismo que nosotros llevamos aquí. Sea como sea, llega un momento que es lo único que nos llena. El alimento de las amebas.
                Es la historia de siempre.
                Nace.
                No preguntes y obedece.
                Nace. Crece. Estudia. Emborráchate. Quéjate y rebélate. Decide qué te gusta y busca un trabajo. Encuentra un trabajo.
                Asume que has madurado –JA!- y cásate.
                Ten hijos, y conviértelos en el centro de tu vida.
                Ya sólo queda prepararte para odiarte a ti mismo.
                Es así.
                A la gente de a pie se le olvida que va a seguir viviendo hasta el mismo instante en que se muera.  Se le olvida, y se limitan a existir. La ameba ya no tiene nada pendiente, y no tener nada pendiente es la diferencia entre una cosa y la otra. Y el futuro, siendo en sí la definición de lo que nos queda por vivir, si no lo llenas con alguna clase de propósito, o designio, o plan, o periplo; con un norte, o un anhelo, o una meta, o un ánimo de resolución o, en definitiva, cualquier tipo de aspiración u objetivo, estás tan vivo como un erizo de mar.
                Es así señores. La vida de la tranquilidad es mentira. Al menos así lo es si te has criado donde seguramente te has criado si estás leyendo esto.
                Nacemos en el ojo de un huracán de contradicciones y falsedades, en una cuna de jeringuillas infectadas de consumismo y cobardía. La cultura occidental está podrida, intoxicándonos desde antes incluso de tener conciencia.
                Que nos han hecho creer que somos libres. ¡Libres! Lo que somos es un puñado de ciegos.
                Así que cuando al hombre occidental se le acaba la época de buena salud y pocas responsabilidades dice que entra en crisis de edad. Fases de involución es lo que son. Pasos hacia la transformación en el elemento universal nuetro: la ameba. Minúsculas ruedas dentadas que poco de su rumbo pueden cambiar en el gigantesco sistema que -supuestamente- hemos creado. Poco a poco, olvidamos que estamos vivos, y nos marchitamos.

                Y así, el futuro se convierte en una trágica sucesión de días que, seguramente, serán más bien malos que buenos. Y resulta que se da la casualidad de que, cuanto más jodido estás, más te sale joder a los demás.

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